sábado, abril 07, 2007

La carta olvidada...

Junio...21 del siglo XXI, año seis. Brunilda; ayer, he sentido el fresquito del aire que me acariciò, y anunciò la llegada del otoño. Mi mirada, se metiò entre las copas de los àrboles, y toquè el follaje, moteandose de rubio, sonreì, y un galope inquietante, me fuè ganando el pecho, y..., no me cupo otra cosa que, buscar nuestro banco, allì, incrustado, entre las ramas del rosedal y..., las acacias frondozas, altas y fuertes, (-del botànico) ¡erguidas, como granaderos! esperando mi visita. Ya no soy yo. Al sentarme, nuevamente -el recuerdo- me envuelve con pasiòn, fuego y ternura y escucho, el susurro de tu voz, ronquecina, temblorosa, que murmura -te quiero..., te quiero y, tus labios, carnosos, jugosos y ardiendo, me rosan el cuello y nos abrazamos con desesperaciòn, y nos metemos, cuerpo a cuerpo, ¡y nos fundirnos...!, arrullados por gemidos. Ja,ja,ja..., ¿te acuerdas Brunilda..., cuando te rompì la blusa?, se rasgò de punta punta, por la espalda y..., tu pièl, desnuda, me produjo un impàcto elèctrico que me cruzò de piè a cabeza, sacudiéndome hasta el alma y..., desprendì, con desesperaciòn la hebillita del corpiño y, morimos en el infinito de un beso. ¿Te acordàs Brunilda?, ¡ah, sì...!, ¡porque todavìa..., te sigo nombrando con todas las letras!, no he perdido la costumbre de -combatir al apòcope. ¡Yo al amor le digo amor! y..., al recuerdo, lo acaricio, lo mimo, lo riego. ¿Te acordàs...?, en nuestro primer otoño, tu cumplias tus quince primaveras. Yo tenìa dos más que tù. Y temblabamos y nos mirabamos y nos sentìamos piel a piel. ¡Y nos oliamos!, ¿te acuerdas Brunilda...? ¡Sin perfumes! nos dijimos, querìamos degustarnos, Ja, ja, ja..., mi lengua recorriendo tus senos..., mis labios, subsionando tu piel, ¡justito en la yugular!, y tù, mordièn dome desesperada y clavando tus uñas afiladas en mis espaldas, dejàndome surcos sanguineolentos. ¿Te acuerdas Brunilda...?, cuando miràndo el rosedal, tu me decìas, con aquella voz de la Piaff..., -las rosa de otoño son la màs lindas, la màs hermosas y perfuman nuestro nidito- Y yo, para que las acacias no se pongan celosas, te decìa, -y las acacias, nos hacen guardia de honor. Y despuès, cuando las sombras caìan, caminabamos por los senderitos, llenando de polvo de ladrillos nuestros zapatos. Yo con el uniforme del Lasalle y tu, con el de Nuestras Señora del Huerto. ¡Arrugados y maltrechos..., por nuestras batalla de amor! Despuès..., en el 55, vinieron todas esas cosas que nos alejaron, ¿te acordàs?, Tus padres te llevaron a Roma y los mios a Parìs. Todo fuè de un dìa para otro. Y nos perdimos. No teniamos a nadie que nos diera un dato. Tu, ni yo, supimos de aquella partida imprevista. Despuès..., me prohibieron escribir a Buenos Aires, y a vos tambièn. Diez años mas tarde, regresè a Buenos Aires y me mostraron aquella carta y supe, " y me he casado, para que mis padres no mueran en soledad y rogàndome que acepte a este ladero, que los contiene en este cìrculo social de prestado, solamente, le pido perdòn a la niña que llevo en la panza, pero, mi amor, mi amor que nùnca olvidarè, es Juan Manuel. Tia, Juan Manuel està en mis sueños, en mis dìas, en el aire de otoño, como solia decirme allà, cuando nos acurrucabamos entre la tibieza del amor, si lo vez tia..., dile que muero de amor y tristeza y que lo querrè hasta la muerte..." Y hoy, Brunilda, con 49 años y tu 47, he venido a poner a punto nuestro banco, nuestro lugar, a quitar algunas hojas al rosedal, y..., a regar las acacias..., con làgrimas, como siempre. ¡Y como siempre te espero!, desde hace 32 años. No, no me casé. No tenía con quien. ¡Ahora ya sè que vendràs!, Ahora que hemos encontrado el correo electrònico..., y al ver tus fotos, siento que nuestro amor, sigue apretujado y aguardando, entre las espinas del rosedal. Y en las acacias robustas, he notado la firmeza del amor inscrustado en la corteza. Y la briza, fresquita y juguetona de este otoño, me ha traído el perfume de tu cuerpo, de tu pelo, del pubis, de tu aliento... Otra vez he leido tu carta, donde recuerdas..., mis versos y, me has contado que a tu nieto..., le has puesto Juan Manuel... Mi nombre. Ahora sè que vendràs. Hay fuerza en el ambiente, las rosas han despertado antes y las acacias, ¡llenitas de flores!, y yo, con algunas canas y las cuentas del tiempo aliñandose en mi rostro, miro con serenidad, tu imágen adolescente. Y los cuadernos de versos y cuentos, amarillentos ya, apilados en un viejo baúl, testigo de mi amor, ansioso y temblando como ayer, te esperan. También, los pétalos que me ha entregado cada invierno el rosedal del Botánico, están escritos, con ternura y, metidos entre los libros que siempre me acompañan. ¡Te espero Brunilda, con el amor en colores vivos que el otoño comienza a pintar, entre un rojo, amarillo, azul y luz! Te espero y te quiero más allá del tiempo, tuyo siempre, Juan Manuel. -en un locutorio de Adroguè, a los 21 dìas del mes de junio del año 2006-

lunes, marzo 19, 2007

...alucinación cuento Fue allí, como tiene que ser...en lo imprevisto. Tenía que -cubrir- una charla sobre El Acuifero Guaraní en Adrogué... Pero, mi nene me recordó... "no te olvides que tenemos que ir a la Casa de la Cultura..., la mamá de Gaby nos invitó, -vá a exponer sus pinturas-" Y fuimos. Alli, el cierre de talleres convocó a una multitud. Cumplimos con -el compromiso de mi hijo y me dediqué a observar el espec táculo. ¡Y fué ahí!,como una argema moenas -mariposa de color amarillo tenue-suave--¡Bella... ¡Bellisima!, se posó, como un péta lo entre la multitud. Hipnotizado, no pude quitar la mirada y tampoco eludir su atrac ción, que me llamaba...me llamaba, como un profundo misterio. Me acerqué a mirarla, y sus ojos..., sus ojos, me miran penetran tes, detràs de sus pestañas entrecerradas. Y ví su templo, don de tenía acumulado sus néctares, que me envolvieron y sometie ron mi voluntad. Algo, me empujaba y me empujaba para acer carme y entregarme al embrujo de su presencia. Me detuve frente a pequeño habitat, que despedía aromas sub yugantes de la conjunción de los extractos y..., sentí morir al susurro de su voz, mientras el rocío de su nectar acariciaba mi piel, y despertó, ¡hasta el último grito de mis sentidos! ¡Sacudí mis neuronas!, me escuché hablar y hablar, y..., también a -la mariposa- que me tenía atrapado y en su bisbeo escucha ba..., abogada, profesora, artesana...artesan...arte... Una vez más sacudí mi cordura y me alejé de su espacio. Y entonces, me cayó toda el agua del Acuifero Guaraní..., que me despertó, y me dedique a mirar a los bailarines. Después, en la soledad de la noche, la sonrisa me cubrió de pe a pa, y pensé, ¿soñé..., o fué una alucinación a la media tarde de un diciembre que recien empieza? ¡No, nada!, me dije como los chicos. -y comencé a teclear sobre el recuerdo de la frágil mariposa, que se fué, despacito entre la multitud. fin JCV